¿Qué propicia el desarrollo del linfoma?
El linfoma también conocido como cáncer linfático, se caracteriza por dañar a los linfocitos, células de la familia de los leucocitos.
Los leucocitos son las células defensoras del amplio sistema inmunológico del organismo y se manifiestan en enfermedades e infecciones.
Ante el desarrollo del linfoma, los linfocitos B y T empiezan a proliferar de manera anormal debido a fallos en los genes del crecimiento.
Este tipo de célula se encuentra en los ganglios linfáticos, aunque también se hallan en el bazo, timo, médula ósea, y en otros órganos en menor cantidad.
Tipos de linfomas documentados
El repertorio de linfomas es amplio y cada uno crece a ritmo variado y con respuesta variada al tratamiento.
Entre los descubiertos, dos se quedan con los primeros puestos por su mayor prevalencia.
Los de mayor importancia: linfoma hodgkiniano y no Hodgkin
En el linfoma Hodgkin u hodgkiniano los linfocitos B tienen mayor afectación, como característica microscópica se observan células Reed-Stemberg en biopsias.
Con mayores casos en los hombres, este linfoma es más visto en edades de entre 15 a 34 años y después de los 60, aunque también existen casos en niños.
También puede ser referido a 4 subtipos, como la esclerosis nodular, de celularidad mixta, rico en linfocitos y agotado por linfocitos.
Existe un subtipo aún más raro proveniente del linfoma Hodgkin, el de predominancia de linfocitos nodulares (NLPHL) con comportamiento distinto al clásico.
Por otra parte, el linfoma no Hodgkin es cualquier linfoma que no sea hodgkiniano, identificado cuando no se encuentran las células Reed-Stemberg.
Es la presentación más frecuente de entre los linfomas y puede ocurrir en cualquier edad, aunque aumenta la probabilidad con el paso de los años.
Existen más de 60 tipos de linfomas no Hodgkin y se organizan conforme a la velocidad de desarrollo y el tipo de linfocito afectado.
Para comprender un poco más, de menor a mayor velocidad de crecimiento están los linfomas de bajo grado o de alto grado.
Hablando del linfocito más referido, el tipo B se lleva la mayoría de casos. Tanto los linfomas de linfocitos B y T pueden ser de bajo y alto grado.
Algunos tipos de linfomas no Hodgkin de células B y T de alto grado son:
- Linfoma difuso de células B grandes de aparición intravascular, mediastínicas y cutáneas.
- Linfoma de células del manto.
- Cáncer linfático de Burkitt.
- Presentación anaplásica de linfocitos T grandes.
- Linfoma hepatoesplénico de células T.
- Síndrome de Sézary.
- Linfoma angioinmunoblástico de linfocitos T.
Por otra parte, en los linfomas no Hodgkin de células B y T de bajo grado es posible encontrar los siguientes:
- Linfoma folicular de linfocitos B de bajo grado
- Macroglobulinemia de Waldenström.
- Linfoma linfocítico pequeño.
- Linfoma subcutáneo de células T similar a paniculitis.
- Micosis fungoide.
La presencia de linfomas a edades tempranas
Durante la niñez, adolescencia y adultez temprana uno de los cánceres más diagnosticados es el linfoma.
Siendo el tercero más presente en etapas infantiles y tomando el primer lugar a partir de la adolescencia.
Acompañado de esto, los linfomas suelen ser distintos a los vistos en edades mayores y posiblemente con un grado de afectación más variado.
Cabe recalcar que los síntomas y métodos diagnósticos no varían demasiado entre las edades.
La parte buena es que el linfoma a edades tempranas es más sencillo de vencer, lo que optimiza el tratamiento y recuperación.
Los factores de riesgo
En ocasiones el desarrollo de cualquiera linfoma se considera idiopática, o sea por causa desconocida.
A pesar de ello, existen razones asociadas con su desarrollo, entre los más usuales se encuentran los siguientes:
- Como se hizo mención, la edad y el sexo masculino.
- Un sistema inmune suprimido por infecciones o tratamientos asociados.
- Enfermarse de VIH/SIDA, virus de Epstein-Barr o hepatitis C.
- Haberse hecho un trasplante de órgano.
- Tomar medicamentos inmunosupresores como los usados en reumatología.
- Sufrir directamente de artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico o síndrome de Sjögren.
- Haber padecido de linfoma Hodgkin o no Hodgkin con anterioridad.
- Haber padecido de leucemia o linfoma de células T con anterioridad.
La presentación clínica de los linfomas, saber identificarlos
Los signos y síntomas ocasionados por este cáncer no son para nada llamativos, ya que la mayoría suelen ocurrir en las infecciones.
Para una persona normal es sumamente complicado relacionar una simple tos, fiebre o fatiga con un proceso canceroso, estos síntomas son típicos de un linfoma.
La presentación clínica al sufrir de linfoma engloba:
- Presencia de linfadenopatías (ganglios inflamados) indoloras con distribución aleatoria, casi siempre en cuello, axilas o entrepierna.
- Síntomas característicos de una gripe, tos, fiebre y dificultad para respirar.
- Pérdida de peso inexplicable.
- Sudoración nocturna.
- Comezón generalizada.
- Cansancio.
Es por esta razón que para el médico también puede resultar tedioso dar con un diagnóstico, sin embargo, asistir a tiempo disminuye la gravedad del cáncer.
El repertorio diagnóstico de los linfomas
La historia clínica acompañada de herramientas diagnósticas actualizadas permiten un cribado efectivo para el hallazgo de la enfermedad.
Saber el inicio de los malestares, limitaciones en sus actividades, cambios notorios en su apetito y peso corporal, así como antecedentes patológicos contribuyen a reducir las causas de su padecimiento.
Mientras que los diagnósticos histológicos, imagenológicos y bioquímicos ayudan en el descarte y confirmación del padecimiento actual.
La biopsia del ganglio linfático es la técnica más común, consta de retirar parcial o totalmente el ganglio para su revisión microscópica.
Puede hacerse mediante biopsia quirúrgica o biopsia por aguja gruesa; otro método es por aspiración de médula ósea.
Los métodos de imagen más usados son:
- Ultrasonido: observar los ganglios inflamados más cercanos a la piel.
- Radiografía de tórax: observar la composición linfática del pecho y estado del corazón y pulmones; observar colocación del catéter en quimioterapias.
- Tomografía computarizada y tomografía por emisión de positrones: diagnóstico y estadificación, elección de terapia, resultados post-terapia y recaídas.
- Resonancia magnética: su uso es útil para comprobar la aparición de algún linfoma en el sistema nervioso central, cabeza y cuello.
Estas revisiones imagenológicas permiten estadificar el cáncer, la cual va desde la etapa I (temprana) hasta la etapa 3 o 4 (más avanzada).
Por último, las pruebas moleculares y de análisis de sangre permiten verificar alteraciones de las células y procesos bioquímicos del organismo.
Tratamientos establecidos ante linfomas
El tratamiento se rige con base a quimioterapia, radioterapia o inmunoterapia, mismos que son usados para combatir otros cánceres.
En adición a estos, también puede establecerse trasplantes de células madre, terapias de células T con receptores quiméricos de antígenos (T-CAR) e inclusive trasplante de médula ósea.
Dichos trasplantes tienen el fin de reemplazar la función linfocítica que se estuvo perdiendo durante el tiempo de enfermedad.
Una terapia más reciente involucra medicamentos orales conocidos como inhibidores de la cinasa, actúan inhibiendo la replicación de células cancerosas.
Sin embargo, esta última depende de la responsabilidad del paciente para la toma del medicamento sin equivocaciones o retrasos.
Si bien el repertorio terapéutico es amplio, la mayoría puede originar complicaciones al momento de cursar con algún de los tipos de linfoma.
Complicaciones por el tratamiento del linfoma Hodgkin y no Hodgkin
En pacientes inmunodeprimidos que sufren de cáncer del sistema linfático y están bajo tratamiento existe el riesgo de infecciones demasiado complicadas.
Asimismo, la aplicación de vacunas vivas atenuadas debe suspenderse durante varios meses después de terminar el tratamiento.
La vacuna SPR (sarampión, parotiditis y rubéola), contra varicela-Zóster y BCG (tuberculosis) son algunas de las vacunas vivas atenuadas.
Los tratamientos con radioterapia y quimioterapia provocan infertilidad, caída del cabello, rigidez en articulaciones, molestias musculares y vómitos, entre las más recurrentes.
Otros problemas con menor frecuencia son la neumonitis por radiación seguida de fibrosis, incontinencia y dificultad para orinar.
El surgimiento de un nuevo cáncer sucede muy pocas veces y es la peor de las complicaciones.
En principio se asocian con la radioterapia y quimioterapia, y es que al acabar con las células malignas también daña a las sanas.
La vida después del linfoma
Toda complicación post-tratamiento será revisada por el médico de cabecera para remediar en la medida de lo posible las alteraciones.
El seguimiento médico durante los próximos meses es vital para la total resolución del problema, observar secuelas o en su caso identificar la posible reaparición del linfoma.
La supervivencia depende de diversos factores que engloban la edad, sexo, tipo de linfoma y el tipo de tratamiento utilizado.
Las comorbilidades, diseminación previa del cáncer y la reaparición del mismo son asociadas con el tiempo de vida esperado.
Para tener la mejor calidad de vida posible necesitará someterse a una régimen alimenticio saludable, actividad física con frecuencia y menores niveles de estrés.
Esto junto al apoyo de seres queridos logra resultados benéficos tras superar el cáncer linfático.
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